Subid, Señora, subid
donde bajasteis a Dios,
él bajo y subisteis vos,
ambos por subirme a mí
donde goce de los dos.
Subid y daréis la mano
que os dé el Hijo, Virgen Santa,
para el reino soberano
donde sube y se levanta
con la vuestra el ser humano.
Por ser Virgen preservada
de la culpa original,
fue la vena en vos hallada
del minero celestial,
de todos tan deseada.
Los cielos dicen: Subid,
vuestro hijo y nuestro Dios
abajó a subir con vos,
ambos por subirme a mí,
donde goce de los dos.
Gregorio Silvestre