Según anticipamos, hoy compartimos con todos la acción de gracias que, en nombre de todos los que celebraban su 60, 50 y 25 aniversario, expresó el P. Antonio Maroño, nuestro actual Delegado
Acción de gracias al final de la celebración eucarística
Acción de gracias al final de la celebración eucarística
¡GRACIAS Y
PERDÓN!
Queridos P. Lázaro, Superior
Provincial y P. Miguel, Superior Local,
Queridos hermanos y hermanas:
Con
espíritu de obediencia, asumo el encargo que se me ha hecho de dirigir, en este
momento conclusivo de la celebración eucarística, unas palabras a la Asamblea
en nombre de todos los que celebramos diversas etapas de nuestras vidas de
consagrados. Cualquiera de los otros protagonistas, incluida Rosa María, por
supuesto, lo podrían hacer de maravilla. Pero la bolita me ha tocado a mí y no
rehúso el encargo.
1. Como
todos sabéis: el P. Ricardo Ares celebra el 60 aniversario de su ordenación
sacerdotal y el hermano Julio Salinas, 60 años de profesión religiosa; los
Hnos. Gabriel Aparicio y Urbano López, 50 años de profesión religiosa, y yo, 50
años de ordenación sacerdotal; y la Anunciatina Rosa María Córdoba, 25 años de
profesión de los mismos consejos evangélicos. Nosotros, en la Sociedad de San
Pablo, y nuestra hermana Rosa María Córdoba, en el Instituto Paulino de Vida
Secular Consagrada “Virgen de la Anunciación”. Al finalizar estas etapas tan
relevantes de nuestras vidas de consagrados, podríamos traer a colación muchos
episodios significativos acaecidos en estas etapas de nuestras vidas que ahora
revivimos, acontecimientos algunos de ellos muy alegres, otros no tanto y otros
muy tristes. Pero por no alargarme -eso espero- me referiré sólo a lo que
podría expresarse en dos palabras: "gracias" y "perdón".
2. Gracias,
en primer lugar, a Dios, fuente y
origen de todo don. Gracias a Dios que nos ha llamado a la vida consagrada sin
mérito alguno por parte nuestra. Sin fijarse para nada en nuestras humildes
familias, ni en nuestros poco relevantes lugares de procedencia, ni en nuestras
cualidades físicas, psíquicas, intelectuales, morales o espirituales, nos ha
llamado a cooperar con Él en la apasionante tarea de la evangelización de los
pueblos con los diversos medios de comunicación social que ha puesto nuestro
alcance. En nuestras limitaciones, en nuestras flaquezas e incluso en nuestras
caídas, Él siempre ha estado ahí, a nuestro lado, dándonos su gracia y
animándonos a seguir adelante a pesar de todo. ¡Gracias, Señor, por habernos
llamado a tan alta misión!
3. Gracias también a nuestro Fundador, el P. Santiago Alberione, hoy beato, cuya fiesta precisamente estamos
celebrando. Muchos de los y de las aquí presentes hemos tenido la gran suerte
de haberlo conocido personalmente, de haber escuchado su cálida palabra, de
haber besado su mano y de haber recibido su bendición. Y todos sus hijos e
hijas, ya por conocimiento directo -los mayores-, ya por sus escritos o por la
palabra de otros hermanos y hermanas -los más jóvenes-, somos testigos
privilegiados de la santidad de su vida, expresada en su intenso amor a Dios y
a todos los hombres, en su ardiente deseo de abrir nuevos caminos para la
difusión del evangelio y así poder llegar mejor a todos los hijos e hijas de
Dios, sobre todo a las masas y a los alejados de la Iglesia. Él ha sido el
dócil instrumento del que Dios se ha servido para llamarnos a nosotros, en
comunión con otros muchos hermanos y hermanas, y con los medios más rápidos y
eficaces, a trabajar en una parcela concreta de su viña. ¡Gracias, beato
Santiago Alberione, habernos llamado a una vocación tan hermosa y por habernos
dejado en herencia tan abundante riqueza de dones de lo alto!
4. Y finalmente, gracias a todas y a todos vosotros, los aquí presentes:
hermanos de Congregación, miembros de todas las ramas de la Familia Paulina
presentes en España, familiares y amigos, algunos, por cierto, venidos de muy
lejos. Gracias a las y a los que han comunicado, con pesar, sus ausencias -ya
sea por enfermedad o por otras circunstancias de la vida-, y gracias vivísimas
a los hermanos y hermanas de la Familia Paulina y de nuestras familias de la
carne y de la sangre que nos contemplan desde el cielo y que hicieron, a
nuestro lado, importantes tramos de sus vidas. Sin ellos y sin vosotros no
hubiéramos podido colmar las etapas de nuestras vidas que ahora culminamos con
alegría. ¡Gracias, gracias de corazón a todos ellos, que ya están en la Casa
del Padre, y a cada uno de vosotros y de vosotras, aquí presentes!
5. Pero dicho esto, hermanos y
hermanas, no podemos dejar que concluya este día de fiesta, sin pedir, también,
perdón a Dios, a nuestro Fundador y a vosotros, hermanos y hermanas de la familia
religiosa a que pertenecemos y a nuestras familias de la carne y de la sangre
en las que hemos nacido. Os pedimos perdón porque llegados a estas alturas de
nuestras vidas, reconocemos no haber hecho todo lo que teníamos y debíamos
haber hecho. Reconocemos que todavía no somos ni tan “buenos” ni tan “santos”
como Dios, nuestro Fundador y vosotros tenéis derecho a esperar de nosotros.
Pero reconociendo nuestros fallos, hacemos propósito de enmienda. Y, sobre
todo, contando con la ayuda segura de Dios, y también con vuestra oración y
alguna palmadita en nuestras espaldas, prometemos seguir adelante con más
fervor y con fuerzas renovadas, en busca de otras metas. Este es nuestro
propósito, el que hoy, en esta Eucaristía de acción de gracias al Señor en la
fiesta de nuestro beato Fundador, ponemos en las manos de Dios y en vuestras
manos.
Por todo ello, hermanos y hermanas: gracias y perdón
Madrid,
25 de noviembre de 2017.