Día en que Cristo nos enseña lo que hemos de hacer
aquellos que decimos somos sus seguidores, los que decimos somos cristianos:
Amarnos los unos a los otros, ser servidores los unos de los otros, partir
nuestro pan con el hambriento.... y en esta última Cena, tal vez, como a los
apóstoles, nos viene a la mente todo lo que Él, a lo largo de sus tres años de
vida pública nos enseñó: la humildad, no aspiró a los primeros puestos,
Él fue el servidor de una humanidad que estaba sedienta, enferma, que vivía
marginada, la desigualdad, donde las mujeres eran lo último de la
sociedad y él las escucha y entabla diálogo con ellas, reúne multitudes y tiene
gestos, como el preocuparse de que no han comido y pedir a sus apóstoles que
les den de comer y cuando la gente lo ensalza, Él se retira a orar. Su relación
con el Padre preside su vida, hasta el punto de entregarse por nosotros e
instituir la Eucaristía para ser nuestro alimento, y el sacerdocio, para que
nos acompañen y orienten nuestro caminar y nos den los auxilios necesarios para
nuestra peregrinación por este mundo, hasta nuestro retorno a la Casa del
Padre. Gracias Señor porque siempre cuidas de nosotros. Bendito y alabado seas
en el Santísimo Sacramento del Altar.