Pero si bien sabemos como
es nuestra Madre y cuánto nos ama, tendremos que preguntarnos: ¿Cómo somos
nosotros como hijos? ¿realmente queremos a nuestra Madre y tratamos de imitarla?
Hoy en todos los rincones de España, acompañamos a María en su desolación, y
meditamos sus dolores, hoy la imagen de María Desolada, en mi pueblo, (en otros
lugares tendrán otra advocación), se siente acompañada por sus hijos, siente
que entienden y comparten su dolor, pero..... ¿Estamos dispuestos a acompañarla
siempre?, ¿a ayudar a otros hermanos que sufren amarguras, enfermedad, soledad,
ancianidad, abandono, guerras...? Nos resulta muy duro enfrentarnos a tanto
dolor del día a día que hay a nuestro alrededor, y que en algún momento de
nuestra vida nos puede haber tocado, y es en ese momento cuando nos cuesta
acompañar a María en su dolor, en el dolor de nuestros hermanos. María Madre
mía, ayudarme a portarme como hija tuya en todo momento, a acompañarte en tu
dolor, no solo en Sábado Santo, sino en todos los sábados de amargura y
desolación que tienen mis hermanos. Bien es cierto que hay situaciones a las
que no sabré como o no podré acompañar por estar distantes, pero en esas
situaciones nunca falte mi oración para que la Madre les acompañe y aliente,
con la certeza de que tras la Cruz y desolación, llega la Gloria de la
Resurrección.
sábado, 31 de marzo de 2018
Sábado Santo
Que Amor el del Hijo que, aún estando
sufriendo en la Cruz, hasta su muerte, se acuerda de la humanidad que queda
sola, pero no, Él no puede dejarnos ni un momento solos, no puede dejarnos que
nos sintamos perdidos, abandonados, por ello, desde la Cruz Él nos da a su
Madre, como Madre nuestra y a la Madre le da multitud de hijos, le da a la
humanidad representada en Juan.