lunes, 19 de octubre de 2015

19 de octubre - BEATO TIMOTEO GIACCARDO


Para conocer un poco más al Beato Timoteo Giaccardo, a quien hoy celebramos la Familia Paulina, compartimos con todos un extracto sobre él, de un artículo más amplio realizado por el P. José Antonio Pérez, SSP . 

FIESTA DEL BEATO TIMOTEO GIACCARDO

El beato Timoteo M. Giaccardo, primer sacerdote paulino y primer Vicario general, fidelísimo entre los fieles, como a menudo decía de él el Fundador, nació en Narzole (Cuneo) el 13 de junio de 1896, hijo primogénito de Stefano Giaccardo y María Gagna. Fue bautizado el mismo día con los nombres de José Domingo, Vicente y Antonio.
Siendo aún adolescente, cuando apenas tenía 12 años, se encontró con el Padre Santiago Alberione y este encuentro cambió toda su vida. Ingresó en el seminario en Alba muy poco después. Sensible a las nuevas necesidades de los tiempos, y abierto a los nuevos medios pastorales de evangelización, con el consentimiento del Obispo, en de 1917 pasó del seminario de Alba a la naciente Sociedad de San Pablo, como Maestro de los primeros muchachos. Fue ordenado sacerdote dos años después, siendo el primer sacerdote de la Sociedad de San Pablo y su primer Vicario General. Amado, escuchado y reverenciado, dentro y fuera de la Familia Paulina, con bondad y dedicación, ayudó a los primeros grupos a concretar su fisonomía.
En enero de 1926, por su gran amor al Papa, fue enviado a Roma para abrir e iniciar la primera casa filial de la Congregación, en un terreno comprado a los padres benedictino de la basílica de san Pablo. En 1929 se instalaba la nueva tipografía. Por su experiencia y sus capacidades humanas, demostradas en la fundación romana, en de 1936, volvió a Alba como superior de la casa Madre. Colaborador fidelísimo del Fundador, se prodigó sin descanso por las congregaciones Paulinas, que él llevó en brazos en su nacimiento, encaminándolas a una profunda vida interior y a las respectivas formas de un apostolado moderno. Ofreció su vida para que fuera reconocida en la Iglesia la Congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro.
El Señor aceptó su ofrecimiento. En efecto, murió poco después, el 24 de enero de 1948, entonces conmemoración de san Timoteo y vigilia de la fiesta de la Conversión de San Pablo. Muy poco después fue aprobada la congregación de las Pías Discípulas. José Giaccardo, había entrado en el mundo a la luz de la sonrisa de María, un lejano sábado, y en los brazos de María, también en sábado, agotado por tantas fatigas, consumido por la leucemia, dejó el mundo para subir al cielo.
Fue beatificado el 22 de octubre de 1989 por Juan Pablo II. Sus restos mortales yacen en la cripta del Santuario de María, Reina de los Apóstoles, en Roma, junto a la casa que él mismo fundó, y también en su tierra natal de Alba.

Destinado a ser el atento guardián del patrimonio espiritual de la nueva Institución, el portavoz transparente de la mente del Fundador, era indispensable que llegase pronto a la formación integral, porque a él le correspondería a su vez la tarea de formar a otros. Efectivamente, mientras el Padre Alberione le ayudaba a despojarse de cierto rigor formalista adquirido en el Seminario, se preocupaba por comunicarle y hacer crecer y madurar en él el Espíritu de la vocación paulina. La importancia de este esfuerzo se debía a la absoluta novedad de los rasgos del Instituto.
Su vida es un ejemplo actual de cómo es posible conciliar la más alta contemplación con la más intensa vida apostólica. En efecto, sus abundantes prácticas de devoción eran expresión de la profunda vida interior, de comunión con Dios que había alcanzado; este mismo espíritu es el que promovió en todos y en todas, en forma adecuada a las diferentes condiciones de situación y de edad. Pero al mismo tiempo, había comprendido la importancia de utilizar él los más rápidos y eficaces medios para defender y divulgar la Palabra de Dios, y él mismo escribía para las revistas que se imprimían en Alba y en Roma (La Gazzetta d’Alba, Vita Pastorale, Unione Cooperatori Buona Stampa...). Renovó poco a poco toda la maquinaria de la Casa Madre, organizó la propaganda, tratando de hacer entender en concepto del religioso escritor como evangelizador ordinario, el trabajo como técnica elevada a la dignidad de apostolado, y la difusión como siembra evangélica.                   
P. José Antonio Pérez, SSP