El pasado 20 de octubre os comunicamos los 50 años de fidelidad sacerdotal de los padres Benito Pérez y Pedro Teodosio. Hoy, agradecemos al P. Lázaro, Superior Provincial, nos permita compartir la Homilía que pronunció en la celebración Eucarística.
La celebración de un jubileo
es siempre motivo de mucha alegría, para los interesados en primer
lugar, y también para cuantos os acompañamos en este feliz acontecimiento. Esta
efemérides nos sitúa ante la sucesión de instantes, días, semanas, meses y
años; es el entramado y misterioso tejido del tiempo. HOY celebráis nada menos
que medio siglo de sacerdocio paulino, cinco decenios de vida, de fidelidad, de
pruebas, de alegrías, de dificultades, de acción de gracias a Dios por todo lo
bueno que os ha deparado la vida: vuestros padres y familiares, amigos y
diversos compañeros de viaje. Esta fiesta se presta para hacer una especie de
balance, casi como rebobinando el acontecer de los años, vividos con la nota
predominante y positiva de vuestra entrega al servicio del prójimo anunciando
el Evangelio de Jesucristo, a través de los medios de comunicación. El mismo
Papa Francisco os invita, nos invita a todos, a mirar el pasado con
agradecimiento, el presente con pasión, y el futuro con esperanza.
Jugando un poco con el concepto TIEMPO, podemos situarnos ante
el reloj, mirando al cielo para ver si llueve o luce el sol, esperando la
llegada de un ser querido en la estación de tren o autobús, en la silla del
dentista, disfrutando con una compañía agradable, etc. etc. son muchos los
tiempos diversos y relativos. Para San Pablo hay otro tiempo original y
sugestivo: es el KAIRÓS, el tiempo del Espíritu, como oportunidad de gracia,
vaya! que es una ganga, el aquí y el ahora, la presencia actualizada de todo lo
bueno de nuestra vida: la familia, la comunidad, la amistad, el amor, la
ternura que podemos vivir y demostrar cada día, cada instante. Por estos
caminos nos lleva el Espíritu, en un tiempo concreto, desembocando en la
dimensión de eternidad, pero ¡claro! Esto no nos cabe en la cabeza, aunque lo
creemos firmemente.
Hoy, en vuestra fiesta de oro, no queremos dejarnos llevar
por nostalgias ni añoranzas estériles. Estos 50 años de vuestra consagración
sacerdotal son motivo de la alegría para vosotros y nosotros, han sido parte
importante de vuestra vida, entretejida con tantas y tan diversas experiencisa
vividas por vosotros con amor y con pasión, con gozo y con dolor, pero siempre
con proyección de futuro… al menos por otros 50 años! Bueno, sin falsas
modestias, será lo que Dios quiera! Lo dejamos a su misericordia.
Estos aspectos, y otros que no tenemos tiempo de reseñar
ahora, os sitúan, nos sitúan a todos en el plano de la FIDELIDAD. Y ser fieles
en el sentido más profundo, no se refiere a cumplimientos, ni a normas o
preceptos. Es la vida en su conjunto, vivida en la misma dirección, asumiendo
los vaivenes del camino, que nadie escapa a ellos. Que hayáis alcanzado esta
meta implica un esfuerzo continuado, superando los momentos de “pausa” o
incluso de cierta desorientación; precisamente en el límite de todo lo humano,
superado día a día, radica la fuerza de la perseverancia.
El otro gran motivo de vuestra celebración es el
AGRADECIMIENTO: vosotros conocéis mejor que nadie todos los motivos que tenéis
para estar agradecidos a Dios, a vuestra familia, a la comunidad, a los amigos
y a muchos compañeros. Nosotros nos sumamos a todos esos agradecimientos, y
agradecemos mucho a Dios por vuestras vidas, y por vuestra entrega generosa a
la causa del apostolado paulino. Vuestra perseverancia domina el tiempo, y os
hace protagonistas ineludibles de vuestra propia historia. La fidelidad y el
agradecimiento no afectan solo al individuo, sino que se convierten en una
cuestión familiar, comunitaria, eclesial y social.
Por esto, hoy, nos sentimos embargados de gratitud a Dios y a
vosotros, queridos Pedro y Benito, porque habéis mantenido vuestra respuesta de
fidelidad y agradecimiento por vuestra respuesta positiva y generosa a la
llamada de la vocación paulina, durante estos 50 años.
Decía Pablo a Los Corintios, y hoy a nosotros: “Dios nos ha
elegido en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuésemos buenos e
intachables ante Él por el amor”. Este “desde siempre” nos traslada a un “para
siempre” (y no es magia barata), pues este proceso, movido por el Espíritu, nos
conduce hacia la eternidad. Creemos que en la casa común del Padre
misericordioso nos encontraremos todos.
Que el Maestro, Camino, Verdad y Vida de la humanidad, su Madre María, Reina de los
Apóstoles y San Pablo Apóstol, sigan siendo vuestras referencias como Paulinos,
y nos bendigan a todos. ASÍ SEA.
Lázaro García
Provincial SSP