martes, 4 de diciembre de 2018

Celebrando la Fiesta de nuestro Fundador

La Familia Paulina en el mundo, y en concreto aquí en España, celebró unida en torno al Altar, la Fiesta de nuestro Fundador el Beato Alberione, en el 47 aniversario de su "dies natalis" para el cielo.
Celebración que estuvo presidida por nuestro Delegado P. Antonio Maroño, que amablemente nos ha permitido compartir su homilía, e incluso resumirla, pero dada la riqueza de la misma, apenas se ha resumido el inicio.
Comenzó diciendo como en cada celebración, nos sentimos en intima y fraterna comunión  con muchas personas a diversos niveles:
Paulinos y Paulinas de todo el mundo, que también están de fiesta en torno a nuestro venerado Fundador,
También estamos en comunión con la Iglesia Universal, representada por el Papa Francisco, que contra viento y marea está cambiando, para bien, el rostro de la Iglesia, y que no cesa de pedir que recemos por él. 
Y también en comunión espiritual con el mundo entero.
La página evangélica de San Juan , capítulo 14 que se ha proclamado, nos presenta a Jesús como la "Verdad", que se convierte en "Camino" que lleva a la "Vida": "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", dice Jesús: "Nadie va al Padre sino por mí".  El Beato Alberione las ha leído, meditado y, las ha comentado y las ha reiterado en numerosos escritos.
Esta afirmación indica claramente, que por medio de la Encarnación, Jesús se convierte en el puente que nos une a Dios Padre, que es fuente de amor y de misericordia. Jesús nos puede mostrar al Padre porque vive en íntima comunión con él, y la prueba de esta profunda e íntima comunión de vida que se da entre él y el Padre, son sus palabras y sus obras: "Creedme:-dice- yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no, creed a las obras". Jesús  nos muestra al Padre, no sólo con sus palabras, sino con obras concretas, con acciones concretas en favor de la vida y salud de las personas, especialmente las más pobres y  más necesitadas. Comunica el Reino de Dios, ya presente en el mundo, con gestos de amor, de misericordia, de ternura de acogida; sanando enfermos, liberando endemoniados, Hasta resucitando muertos...
Acoger a Jesús como “Camino, Verdad y Vida”, significa hacer de Él el centro de nuestra historia personal, eclesial y comunitaria. Y también significa asumir nosotros un estilo de vida dinámico, movido por el amor, al servicio de las personas. En efecto, como oportunamente nos recuerda el papa Francisco: «¡quien coloca en el centro de su propia vida a Cristo, se descentra! Cuanto más te unes a Jesús, tanto más Él se convierte en el centro de tu vida, tanto más Él te hace salir de ti mismo, más te descentra y te abre a los otros» (Alegraos. Carta circular a los consagrados y consagradas. Del Magisterio del Papa Francisco, n. 5). 
            El apóstol san Pablo, a quien hemos escuchado en la primera lectura, es uno de los ejemplos más claros de la persona que coloca a Cristo en el mismo centro de su vida. Siendo un fanático fariseo y perseguidor de los cristianos, descubrió a Cristo en el camino de Damasco, y desde entonces, tan fuertemente Cristo se convirtió en el centro de su vida, que llegó a escribir como hemos escuchado: «Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). El hecho de haber aceptado a Cristo como primera referencia en su camino de fe, lo ha llevado a abrir su corazón a todos los pueblos, a salir de sí mismo para servir a todos, como también expresa claramente en la primera carta a los Corintios: «me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes» 1Cor 9,22-23).
También el beato Alberione, como él mismo relata en su autobiografía, “Las Abundantes riquezas de su gracia”, ha colocado la causa de Dios y de su Palabra, de la Iglesia y de las almas, en el punto focal de todas sus preocupaciones. Él mismo escribe que, cuando apenas tenía seis años, le dice a su maestra de enseñanza primaria que de mayor quería ser sacerdote, y que desde entonces, -tenía seis años-, orientó toda su vida en esa dirección. Lejos de pensar en sí mismo, de procurarse satisfacciones humanas, incluso legítimas, se volcó en su vocación sacerdotal para entregarse por completo a la causa de Dios y de la Iglesia por la salvación de las almas. Y así, teniendo como base de todo una profunda vida espiritual, sacerdotal y religiosa, se hizo fecundo en obras, entre las que destaca, de manera especial, su obra de Fundador, concretada en la Familia Paulina, con sus diez ramas. Cada una de ellas tiene algunas características propias, pero todas ellas están claramente orientadas a la santificación de sus miembros, y al anuncio del Evangelio con los lenguajes y los nuevos medios de comunicación social. Así se deduce claramente de sus mismas palabras en el libro UPS:
«La Familia Paulina -escribe el beato Alberione- tiene una sola espiritualidad: vivir integralmente el Evangelio; vivir en el Divino Maestro en cuanto Él es el Camino, la Verdad y la Vida; vivirlo tal como lo ha entendido San Pablo, su discípulo San Pablo» (UPS 3, p. 187), para «hacer que el Evangelio llega a las masas» (AD 5). En síntesis, queridos hermanos y hermanas, sólo abriéndonos y creyendo en Jesús, que es Camino, Verdad y Vida, tal como nos lo presenta san Juan, y viviéndolo como lo han vivido San Pablo y el beato Santiago Alberione, llegaremos a ser fecundos apostólicamente, y seremos completamente felices.

En la Eucaristía que estamos celebrando, Cristo se nos ofrece como pan partido y sangre derramada por la salvación de muchos, que quiere decir todos los que se abren a él. Que también nosotros seamos en Él, por Él y con Él ofrenda por la salvación de nuestros hermanos.