domingo, 21 de julio de 2019

Primer testimonio vocacional

Este primer testimonio vocacional que compartimos con vosotros es de Loli Ramirez Carreras, desde Sevilla en este año 2019, es una de las anunciatinas españolas.

La Iglesia atesora muchas formas de vivir nuestra vocación cristiana en este mundo. A mí siempre me atrajo la vida contemplativa; es un carisma valorado como un tesoro para la Iglesia por su vida apartada del mundo, silenciosa y orante con una “misteriosa fecundidad apostólica”.  Durante un tiempo pensé que el don de la contemplación sólo se podía vivir en clausura; más adelante descubrí  que Dios invita a vivir ese carisma de diferente forma: una vida contemplativa abierta en medio del mundo.
Mis pasos, conducidos por el Señor, me llevaron a nuestro Instituto.  A demás de lo propio en los Institutos Seculares como ser “fermento en la masa”, vivir nuestra vida cristiana en el ambiente donde nos movemos y un novedoso espíritu apostólico como evangelizar a través de los Medios, que me sorprendió positivamente y comprendí muy necesario en estos tiempos, tenían a María de la Anunciación como modelo para nuestras vidas. Ella, en su “hágase” aunaba la contemplación,  unión y relación con Dios que la habitaba con el apostolado activo.  Con gozo, generosidad y alegría entregó a los hombres al que nos trae la Buena Noticia, a Jesús que llevaba dentro, como Reina de los futuros apóstoles.
Mi llamada era vivir las dos dimensiones: la realidad espiritual y la realidad humana.  Vivir en mi interior una relación de amistad con la Trinidad que está dentro de nosotros y poder integrarlo en mí día a día con los que me rodean, mi familia, amigos, ambiente laboral y las personas que Dios me ponga cerca.  El Instituto Virgen de la Anunciación era el lugar idóneo para ofrecer al mundo exterior mi mundo interior, con la alegría de haber encontrado el tesoro escondido  que tenía que compartir con mis hermanos del mundo.
También encontré Hermanas, personas todas diferentes entre sí, con el mismo ideal; en quienes nos apoyamos, nos queremos, nos perdonamos y ayudamos como Dios nos da a entender.  Encontré mi sitio en la Iglesia donde vivir mi vocación cristiana.
En la práctica me encuentro que las cosas no son tan fáciles como yo pensaba o esperaba. Casi siempre los obstáculos los pongo yo; pero siempre confío,  con fe profunda, que el Espíritu Santo y nosotros iremos superándolos, porque cada llamada, cada vocación, cada misión, cada don son obra de Dios, y El se las arreglará para que no perdamos de vista la meta y que su plan se cumpla en nosotros.