miércoles, 1 de enero de 2020

NACIDO EN LA NOCHE PARA QUE FUESE DÍA

Nuestra Hna. Paqui Rodríguez, ha escrito este bonito relato navideño, que nos ha enviado y  hemos querido compartir con todos vosotros.


La luna esplendorosa brillaba llena y plena, los campos estaban rebosantes de esplendor, todo era luz, el lucero del Alba con brillo especial nunca visto.
 Yo paseaba por el campo, sin miedo; una suave brisa acariciaba mi rostro y movía mi pelo, podía divisar la montaña clara y nítidamente, era la noche perfecta para  sentarse y sentir el ir y venir de los ángeles a mi alrededor, su silencio  me invadía; no hacía frío, parecía una noche cálida, otoñal, a lo lejos, un pastor pastoreaba todavía  con sus ovejas.
 Me senté en el verde  prado apoyándome en un árbol, un dulce sueño me invadió, de repente, el resplandor de un rayo y el sonido de un trueno enorme me despertó; una fuerte lluvia empapó mis ropas, miré, no vi chozos ni casas, corrí sin saber, los rayos zigzagueaban por el suelo, de pronto, un rayo prendió fuego a un árbol y el prado se iluminó; en la lejanía divisé una pequeña lucecita, podía ser mi cobijo, corrí, corrí como pude, el pastor con las ovejas venía detrás de mí, otro rayo prendió otro árbol y  vi que faltaba menos, el agua caía fuerte, me empapaba , próxima ya a la luz, noté la presencia de personas en un establo y dije:
- ¿Puedo pasar? 
Un hombre salió y me dijo:
-          Sí, pase, tenemos lumbre, viene empapada, ¿me permite que la cubra con mi zamarra?
 No dije nada, sentía que tenía calados hasta los huesos.
-          ¿Qué hace usted sola en esta noche?
Empecé a hablar de lo ocurrido, pero la voz de una mujer me interrumpió.
- Esposo, ¿Qué ocurre?
Él me dijo:
-  Ven, pasa, mi esposa ha dado a luz.
 Pasé y un escalofrío recorrió todo mi ser ¡Una joven tan linda!
Ella me dijo:
-  Pasa hija, estás empapada, caliéntate, y sécate; lloró un niño y me dijeron:
- Es nuestro hijito, acaba de nacer, mira
Lo miré y el escalofrío se hizo más grande.
-          ¡Qué niño más hermoso y lindo, tiene cara de Príncipe!
 Me quedé sin voz, había  merecido la pena empaparse de agua.
- ¿Quiénes sois?
- Yo, María, y mi esposo José
Cerré los ojos y besé las manos de María, iba a besar las de José y él me dio un abrazo.
Pasé la noche con ellos, fue una noche de paz y gozo; al Alba ya estaba seca,  me acurruqué entre el establo y me quedé dormida, dormida; notaba la presencia de los Ángeles.
Cuando me despedí, María me abrazó y José también, y les dije:
- ¿Puedo besar la Niño?
María me respondió:
- Sí, hija.
- ¿Cómo se llama?
- Jesús.
- ¡Jesús!, no te olvidaré.
Marché a mi casa llena de vida, mi corazón latía de una manera nueva.
Entré de puntillas, nadie notó mi ausencia, me dio mucha alegría. Esa noche fue tan especial que me pareció que había soñado, quizá fue un sueño.

Paqui Rodríguez