Desde nuestro confinamiento, sin poder participar en los Oficios, solamente y gracias a Dios por TV, con este servicio que nos están prestando las distintas televisiones locales, regionales y de ámbito nacional TVE y 13 TV, retransmitiendo desde Roma. Iglesias vacías y corazones que viven la angustia, el dolor y la expiración de Cristo que muere en la Cruz por amor a la humanidad.
Hoy el día está teñido del color de la tristeza, oscuro, como reflejo de la oscuridad que sentimos en nuestras almas ante el dolor que nos rodea, las muertes y los enfermos, victimas inocentes de un virus, que ha venido a mostrarnos que nuestro poder es ficticio, que algo que ni siquiera podemos ver, amenaza nuestras vidas y aquí, en medio de todo, Tú sigues sufriendo en cada uno de nuestros hermanos que sufren y estás acompañando a los que parten sin el abrazo de sus seres queridos, sin una despedida, y ahí estás tú para alentarle, para mostrarle que tu amor no le deja, que Tú moriste por cada uno de nosotros y que ahora le acompañas y mueres con él, pero que al igual que le dijiste al buen ladrón, él irá contigo al Paraíso, a ese lugar que tú has ido a prepararnos.
Hoy el cielo está triste y si llueve, no nos preocupa por no procesionar, nos intranquiliza el que pueda haber más victimas inocentes en esta guerra cruel, sin armas.
Hoy, muchas personas hemos llenado los templos desde nuestros hogares, hemos vivido con intensidad tu Pasión y hemos comprendido cuanto nos debes amar, para entregarte a esa muerte cruel siendo inocente y solo habiendo hecho el bien. Que distinto a nosotros, lo que nos importa es salvarnos y no admitimos nuestra culpa, que claro que la tenemos, el egoísmo es una seña inconfundible de una humanidad que se ha deshumanizado, pero Tú que de todo sacas bien, nos has descubierto nuestra capacidad de amar, de ser solidarios, de preocuparnos los unos de los otros y de coger fuerzas para poder hacer frente a esta pandemia. Y miles de corazones oran para que Tú sostengas y fortalezcas a cuantos están en la lucha.
Señor no sé cuando llegará mi hora, pero me gustaría que, como al ladrón arrepentido, tú me dijeses :"Hoy estarás conmigo en el Paraíso", y no por mis méritos, sino porque Tú has entregado tu vida por nosotros. Amén
Rosa María C.M.