Hoy tenemos un cuento que Paqui Rodríguez Fuentes, que es anunciatina, ha hecho para que todos podamos ver como María siempre está a nuestro lado en nuestro caminar.
Una vez una niña paseaba por el campo, y se quedó extasiada
mirando como corría el arroyo y se fue detrás del arroyo viendo el agua, los
pececitos y viendo los pájaros.
Cuando se acordó, se hizo de noche, miró al cielo, vio las
estrellas y dijo oh que bello, todo son lucecitas ahí en lo alto, pero el arroyo... dice, ah aquí abajo hay las
mismas estrellas ¡que es esto?
La niña no se dio cuenta que se había hecho de noche y
estaba en el campo. De pronto sintió ladrar a un perro guau, guau,
y a lo lejos cantaba un gallo kikiriki, cerca de ella el croar de una
rana, croac, croac., claro, estaba en el arroyo. Miró a un árbol y vio unos
ojos que la miraban, no sabía que eran esos ojos, (era una niña), eran los ojos
de un búho, el canto del búho en la noche decía: huu, huu
De pronto la criatura empezó a sentir frío y a temblar,
tenía miedo, no sabía dónde estaba y
empezó a llorar llamando a su mamá, pero por mucho que lloraba no sabía dónde
estaba.
No sé, me van a comer, me van a
comer ¿qué me van a hacer esos ojos?
La criaturita no sabía para donde tirar, al arroyo no se
atrevía a entrar. Miró al cielo y vio una estrella fugaz de un sitio a otro
¡Qué bonito, qué luz más
potente!
Y seguían cantando las ranas, los grillos, pero no sabía,
ella andaba por el campo perdida
Entre sollozos repetía ¿a quién llamaré? ¿a quién llamaré? Estoy sola,
estoy sola.
De pronto se acordó que en la escuela dijeron un día:
Cuando te sientas sola reza un Ave María y llama a la Virgen
La niña empezó a recordar ¿cómo sería el Ave María que le
enseñaron?
Y como no podía recordarla,
entre sollozos, decía:
Dios mío, Dios mío, enséñame a
rezar el Ave María que no me acuerdo, enséñame a rezar el Ave María.
Virgencita, Virgencita mía, ayúdame, quiero ir a mi casa, no me acuerdo de rezar lo que me enseñaron el otro día en la
escuela, pero ayúdame a ir a mi casa, tengo miedo, no sé ir.
Se iluminó el prado
verde, una luz preciosa en la imagen de una mujer bella, que le dijo:
“No temas, no temas, yo estoy contigo, sigue
mis pasos y te llevaré con tu madre.
La niña le preguntó:
¿Quién eres bella dama que no me
da miedo verte?
Le respondió:
Soy a quien tú has llamado, guárdalo en
secreto porque no te van a creer.
La niña pregunto admirada:
¿Tú eres….?
La bella dama respondió:
Si, soy lo que tú piensas y
estoy a tu lado, te llevaré a tu casa.
La niña se lleno de
gozo y alegría decía:
Cuando llegue a casa se lo
contaré a mamá.
Hija mía cuando llegues a casa
oraras en tu cuarto pero no se lo contarás, no te van a entender, el tiempo
demostrará quien eres, cómo eres, estarás a mi lado y yo al tuyo
La niña dijo:
Si, estaré a tu lado, pero…. ¿cómo te llamas?
Como te dijeron en el colegio y tú
también sabes, María, me llamo María y me llaman de muchas maneras, pero soy
María, tu Madre.
La niña asombrada dijo:
¡Oh Madre mía!, Virgen María
Santísima, perdóname se me olvidó rezar
María le dijo:
La oración ya la estabas
haciendo, no hacen falta las palabras que te dijeron en el colegio, a mí las
palabras que me atraen y me llenan, son las que nacen del alma, las palabras
sinceras
La niña le dijo:
¡Oh Virgencita! siempre serás mi
amiga y yo siempre seré tu hija
María le respondió:
Si, serás mi hija y seré tu
consuelo durante toda tu vida
La niña le respondió:
Gracias Madre mía, gracias por
acompañarme en esta noche oscura
La acompañó hasta su casa, y la niña sintió que siempre María la
acompañaría en su caminar.
Paqui Rodríguez Fuentes