Recordamos que en los domingos anteriores, Jesús se nos ha ido presentando. Comenzó con el domingo de Resurrección, y desde el confinamiento todos celebramos, si cabe, mas conscientemente la alegría de la Resurrección. Con la Resurrección de Cristo, la muerte perdió el tener la última palabra, y rebrota la juventud y la vida, y volvemos con Jesús a Galilea a aquellos años de nuestro primer amor.
Él nos dice “Yo he venido para que tengáis vida eterna”
(Jn 10,10)
En el 2º domingo vimos al apóstol
Tomás, aquel que dijo: “Vayamos y muramos con Él” y “muéstranos al Padre”. Ahora le vemos diciendo
incrédulamente: “ si no meto mis dedos en su costado y en sus llagas, no
creeré”, y ahí vemos a veces reflejada nuestra incredulidad, que sin darnos
cuenta quiere ir haciendo mella en nosotros, pero Jesús sabía de la fragilidad
de sus discípulos, y de la nuestra, y regresa llevándoles la Paz y dándonos la
Paz, Paz que es el primer don y puerta de todos los dones, bienes y virtudes.
Es en la Paz donde toman su sabor la alegría, el amor, la esperanza.
En el tercer domingo, vemos
a Jesús que nos acompaña en nuestro
camino como a los discípulos de Emaús, sobre todo en los momentos de
desaliento, cuando ya la esperanza y la alegría parece alejarse de nosotros, y
escuchando su Palabra, é, invitándole a estar entre nosotros, comiendo su Pan
partido, recuperamos las fuerzas para el camino, la alegría y la esperanza.
En el 4º Domingo de Pascua,
Cristo se nos presenta como el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas y va
en busca de la oveja perdida, nunca nos abandona y si escuchamos su voz,
podremos volver a caminar siguiendo a nuestro Buen Pastor y alejarnos de los
peligros de la soledad, la frialdad de la noche y los muchos peligros que nos
acosan.
En el quinto domingo, Jesús se despide
de sus discípulos pues ha llegado la hora de regresar al Padre, y se nos
muestra como el Camino, la Verdad y la Vida que nos conduce al Padre. Y nos
comunica que en la Casa del Padre hay
muchas estancias, y que en el Cielo cabemos todos, es ese lugar maravilloso
lleno de diversidad y comunión, de intimidad
y de amor.
En este 6º domingo, a las puertas
de la Ascensión Jesús se despide, pero nos dice que: “pediré al Padre que
nos mande un Defensor, el Espíritu, no os dejaré huérfanos, seguiré y viviré a
vuestro lado, y vosotros me seguiréis amando, si guardáis mis mandato”
En esta despedida Jesús nos
transmite su Amor y cuidado hacia nosotros, conoce y sabe de nuestra debilidad
y fragilidad y no nos deja solos. Al pedirnos que guardemos sus mandamientos,
nos viene a la mente y a nuestro corazón el Mandamiento Nuevo: “Amaos unos a los otros
como yo os he amado”. Ese amor que hunde sus raíces en el corazón de Dios,
ese amor capaz de perdonar, y de compadecernos de los que sufren, y hoy en medio
de esta pandemia, que oportunidad tan grande tenemos de llevar a cabo el
mandamiento nuevo, cuanto sufrimiento hay, así como ocasiones de perdonar,
aunque a veces nos cueste, y nuestro ser cristiano no nace de un cumplimiento
de normas, sino del mismo corazón de Cristo que nos invita a sembrar y
manifestar su Amor aquí en la tierra.
Teresa Córdoba