Se trata de un argumento que supera aún
todas las fuerzas de nuestra inteligencia, que debe ser meditado con profunda
humildad de corazón y con amor agradecido y ferviente, porque es inefable por
sus maravillas y abrumador por su importancia.
A menudo somos
naturalistas y no cristianos, el mundo es frecuentemente pagano y no cristiano, aun tratando
de los santos y de las cosas más santas los doctores suelen ser racionalistas más que
cristianos. Lo que nos hace cristianos es la gracia; la enseñanza de san Pablo
está toda impregnada de la doctrina de la gracia: el cometido, la importancia
de la gracia, la necesidad de contar con la gracia. Sobre esto vamos a meditar.
1. La
necesidad de la gracia.
Un hombre sin alma es un hombre muerto;
un alma sin la gracia es un alma muerta.
Hay gran diferencia
entre quien tiene la gracia y quien carece de ella, como entre la vida y la
muerte, entre la tierra y el cielo, entre el infierno y el paraíso, entre el
pecado y Dios.
La
enseñanza de san Pablo sobre la gracia puede sintetizarse en tres principios, de suma importancia: «Soy lo que soy por
gracia de Dios». San Pablo es una creación de la gracia y ésta resulta ser la palanca potente de su apostolado. El
Apóstol atestigua este origen de su ser, justo cuando el Espíritu Santo le hace
hablar de sus revelaciones y de sus torturas por Jesucristo, así como de sus
grandezas apostólicas. Por eso confiesa: «El ángel de Satanás me
abofetea, pero Dios me responde: te basta mi gracia»; «veo en mis miembros la
ley que repugna a mi espíritu: ¿quién me librará? La gracia de Jesucristo».
Segundo principio: «De nosotros, con nuestras
propias fuerzas, no somos capaces de formular un pensamiento bueno; no podemos
ni pronunciar el nombre de Jesús». La gracia nos ha salvado, no el valor de
nuestras obras: la gracia que sobreabundó donde abundó el delito, y por tanto para la salvación no es
cuestión de hombres que corren o que se agitan, sino de misericordia del Señor,
que se sirve de las cosas que no son para salvar las que son algo.
El tercer principio de san Pablo es
este: somos los cooperadores de Dios para nuestra santificación y para cuanto
de bien Dios nos llama a cumplir con él; por eso tenemos el deber de no
despreciar la gracia de la que Dios nos hace merced, sino suscitarla,
mantenerla viva y fecunda en nosotros.
Obsequio: Un examen de
conciencia sobre este punto: en mis cosas, ¿cuento con la gracia?
Jaculatoria: San Pablo apóstol, protector nuestro, ruega
por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones