lunes, 29 de junio de 2020

Mes de San Pablo - día 29

EL VALOR DE LA GRACIA
Se trata de un argumento que supera aún todas las fuerzas de nuestra inteligencia, que debe ser meditado con profunda humildad de corazón y con amor agradecido y ferviente, porque es inefable por sus maravillas y abrumador por su importancia.

A menudo somos naturalistas y no cristianos, el mundo es frecuentemente pagano y no cristiano, aun tratando de los santos y de las cosas más santas los doctores suelen ser racionalistas más que cristianos. Lo que nos hace cristianos es la gracia; la enseñanza de san Pablo está toda impregnada de la doctrina de la gracia: el cometido, la importancia de la gracia, la necesidad de contar con la gracia. Sobre esto vamos a meditar.
1. La necesidad de la gracia.
Un hombre sin alma es un hombre muerto; un alma sin la gracia es un alma muerta.

Hay gran diferencia entre quien tiene la gracia y quien carece de ella, como entre la vida y la muerte, entre la tierra y el cielo, entre el infierno y el paraíso, entre el pecado y Dios.
La enseñanza de san Pablo sobre la gracia puede sintetizarse en tres principios, de suma importancia: «Soy lo que soy por gracia de Dios». San Pablo es una creación de la gracia y ésta resulta ser la palanca potente de su apostolado. El Apóstol atestigua este origen de su ser, justo cuando el Espíritu Santo le hace hablar de sus revelaciones y de sus torturas por Jesucristo, así como de sus grandezas apostólicas. Por eso confiesa: «El ángel de Satanás me abofetea, pero Dios me responde: te basta mi gracia»; «veo en mis miembros la ley que repugna a mi espíritu: ¿quién me librará? La gracia de Jesucristo».

Segundo principio: «De nosotros, con nuestras propias fuerzas, no somos capaces de formular un pensamiento bueno; no podemos ni pronunciar el nombre de Jesús». La gracia nos ha salvado, no el valor de nuestras obras: la gracia que sobreabundó donde abundó el delito, y por tanto para la salvación no es cuestión de hombres que corren o que se agitan, sino de misericordia del Señor, que se sirve de las cosas que no son para salvar las que son algo.

El tercer principio de san Pablo es este: somos los cooperadores de Dios para nuestra santificación y para cuanto de bien Dios nos llama a cumplir con él; por eso tenemos el deber de no despreciar la gracia de la que Dios nos hace merced, sino suscitarla, mantenerla viva y fecunda en nosotros.
Obsequio: Un examen de conciencia sobre este punto: en mis cosas, ¿cuento con la gracia?
Jaculatoria: San Pablo apóstol, protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones