miércoles, 10 de junio de 2020

Mes a San Pablo - día 10

CASTIDAD DE SAN PABLO
Sólo quien la posee es capaz de los heroísmos de santidad que embellecen a la Iglesia católica: el celo de los misioneros y de los apóstoles, el espíritu de sacrificio de los mártires, la fe de los confesores, el amor de las vírgenes. Un joven casto es un santo; de un joven deshonesto, aunque poseyera las mejores dotes, es preciso huir.
San Pablo es el doctor de la bella virtud, pues exalta la virginidad cristiana considerándola figura de la unión inmaculada de Jesucristo con la Iglesia, y fruto de esta unión sobrenatural; da a las viudas reglas santísimas para guardar la continencia, consolida a los ancianos en la castidad, estimula a los jóvenes a practicarla, la proclama como un fruto del Espíritu Santo, la predica como fundamento de las familias cristianas, la busca como signo de vocación y la recomienda con celosísimo esmero a los ministros de Dios.
Más aún, veía tan necesaria esta virtud que casi hacía consistir en ella la santificación: «Esta es la voluntad de Dios, que os hagáis santos, para que os abstengáis de toda deshonestidad». Le horrorizaba todo pecado en esta materia, hasta desear que ni se hablase de ello: «De lujuria, inmoralidad de cualquier género o codicia, entre ustedes, ni hablar; es impropio de gente consagrada».
San Pablo no hacía misterio alguno de su castidad, que estimaba como un preciosísimo tesoro. Y tanto deseaba que cada uno supiera conservar la continencia que, iluminado por el Espíritu Santo, no dudaba en proponerse como ejemplo sobre este punto: «A todos les desearía que vivieran como yo».
Así que él vivió castamente hasta la muerte diciendo a todos: «estaría bien que se quedaran como hago yo».
Obsequio: Hoy mortifica los ojos.
Jaculatoria: San Pablo apóstol, protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.