martes, 9 de junio de 2020

Mes a San Pablo - día 9

HUMILDAD DE SAN PABLO
La humildad se ha comparado a la violeta, que prefiere esconderse y al mismo tiempo es tan perfumada y agradable que todos la desean y buscan. En efecto, el humilde se considera muy poco, trata de ocultarse y ser estimado una nulidad. Pero a la vez el perfume de su virtud se difunde entre los hombres; éstos, mientras desprecian al soberbio, se inclinan hasta delante de un simple inocente niño. Aún más, el humilde atrae a sí las miradas benignas y buenas del Señor, se gana la divina clemencia, alcanza muchas gracias especiales y es exaltado por el propio Dios: «Si no se hacen pequeños como niños, no entraran en el reino de los cielos».
La humildad de san Pablo destaca en todas sus obras y en sus escritos. A los discípulos de Corinto les decía: «Estoy entre ustedes en actitud y aspecto de humilde y abyecto». Tras haber trabajado más que todos los Apóstoles y haber llenado el mundo de su palabra y de sus milagros, escribía: «Yo soy el mínimo entre todos, y no merezco llamarme apóstol, pues he perseguido a la Iglesia». Y confesaba sus errores y atribuía a la misericordia de Dios el no haberse perdido y vivía en continuo temor por sus pecados que ya le habían sido tantas veces perdonados y que había purgado con tantas penitencias. «Ahora no recuerdo, no tengo conciencia de faltas; pero no por eso estoy seguro de mí: quien me juzga es Jesucristo». Y continuamente vivía en el temor de ofender aún al Señor y hacía grandes penitencias que refiere genéricamente con estas palabras: «Castigo mi cuerpo y lo tengo sujeto».
ObsequioRepitan a menudo durante el día: Por mí nada puedo, con Dios lo puedo todo, a Dios el honor, a mí el desprecio.
Jaculatoria: San Pablo apóstol, protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.