Tesoro y perla hay allí donde, a pesar de tanto dolor y llanto, permanece el amor, aunque esté destrozado. Lo experimentamos, a medida en que la pandemia se nos hace vecina y va poniendo a prueba el amor de tanta gente que nos es tan querida. El Papa Francisco nos ha recordado: “Hoy, ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente que sufre las consecuencias de esta pandemia, me pregunto: ¿soy capaz de llorar, como seguramente lo habría hecho Jesús y lo hace ahora? ¿Se parece mi corazón al de Jesús? Si soy capaz de hablar, de hacer el bien, de ayudar, pero mi corazón no entra, no soy capaz de llorar, debo pedir esta gracia al Señor: ‘Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo que en este momento sufre’ (Homilía 29-03-20) “Chorros de lágrimas nos han inundado, - los ojos de tantos limpiarlos queremos - con caricias y con todo el esmero - para no herir corazones dañados”.
El corazón se nos ha derramado
y se está haciendo muy grande el reguero,
pues grande se hizo el negro agujero
por tanto llanto con fuerza horadado.
Chorros de lágrimas nos han inundado;
los ojos de tantos limpiarlos queremos
con caricias y con todo el esmero,
para no herir corazones dañados.
Y ayudarnos a encontrar el tesoro
entre el llanto y el dolor escondido:
el amor que se fundió como el oro
Y la perla del afecto encendido:
no se ensució con ningún deterioro
aun en medio del dolor padecido.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)