Con tanto silencio en el confinamiento puede ser que se nos hayan humedecido las palabras o que las
utilicemos sólo para hablar de la superficie, incluso de esta pandemia que nos ha caído encima.
Nuestras palabras, cuando tienen el peso de la vivencia y de la referencia a lo que nos fundamenta,
son necesarias para “confortarnos mutuamente” y “para que no sigamos cada uno por nuestra cuenta”.
En esta conjunción de destino, la palabra se hace necesariamente “dia-logo”. Así lo decía el Papa en
la oración del 27 de marzo: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta
inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y
desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos
necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que
hablan con una única voz y con angustia dicen: «perecemos» (cf. v. 38), también nosotros descubrimos
que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos. Nadie se salva solo” (Oración
27-3-2020) “Sólo la Palabra puede salvarnos - Pero los labios humanos son vía - Para que esta Palabra
llegue a sanarnos”.
y de ahí nuestros labios las expresan,
te causarán la agradable sorpresa
de que a otros corazones también valen.
Temer has a los labios que no saben
decir
los sentimientos que sí cuentan,
pues que puedes tener la sospecha
de que no sean palabras que salven.
Sólo la Palabra puede salvarnos,
pero los labios humanos son vía
de que esta Palabra llegue a sanarnos.
Tu sentido de fe no te extravía,
si en los momentos que estamos pasando,
apuestan tus palabras por la vida.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)