Que no nos dé miedo a sentir golpeado nuestro sentimiento. La fortaleza de ánimo no está reñida
con una sensibilidad humana, capaz de conmoverse hasta llorar y, sobre todo, a hacerlo junto a
la gente que llora. Nos compartía el Papa Francisco: “Pienso en tanta gente que llora: gente aislada, gente en cuarentena, los ancianos solos, personas hospitalizadas y personas en terapia,
padres que ven que, como no reciben la paga, no podrán dar de comer a sus hijos… Mucha gente
llora. Y no nos hará mal llorar un poco con el llanto del Señor por todo su pueblo”. Y hace una
invitación a un examen de conciencia: “ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente que sufre
las consecuencias de esta pandemia, me pregunto: ¿soy capaz de llorar, como seguramente lo
habría hecho Jesús y lo hace ahora? Mi corazón ¿se parece al de Jesús? Y si es un corazón duro,
aunque sea capaz de hablar, de hacer el bien, de ayudar, pero mi corazón no entra y no soy capaz
de llorar, debo pedir esta gracia al Señor: Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo que
en este momento sufre” (Homilía 29-3-20) “Pues no es bueno esconder lo que sentimos, - cuando
el alma tenemos tan herida + que en lágrimas recorre su camino”
no pienses que es débil tu sentimiento.
Pues no es debilidad el desconcierto
que de esta cruel pandemia es resultado.
A tanto sufrimiento acumulado
no podrás responder con miramientos;
lo harás más bien a pecho descubierto
y sin tener vergüenza de tu llanto.
Pues no es bueno esconder lo que sentimos,
cuando el alma tenemos tan herida
que en lágrimas recorre su camino.
La solución no la hallarás en la huida:
adentro de la gente está el destino,
y tú lo encontrarás en la acogida.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)