En el tiempo de pandemia ha crecido nuestro aprecio por la vida. Nos damos cuenta de la importancia de vivir y de vivir de otra manera. Cuando todas nuestras metas están transidas de esperanza nos llevan a “apetecer” la vida que Jesús nos dijo ser para nosotros, tan abundante que es vida eterna. Nuestra vida no sólo tiene metas, sino que tiene META. Para apetecerla, nos pedía el Papa Francisco “dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer puedan encontrarla y obtener la vida eterna” (Ángelus- 7-6-20). “No sentirás estar ante una treta, - si el total de tus planes encaminas - a acoger tu plenitud en DIOS-META”.
La vida es un proyecto de esperanza,
y de alcanzar sus metas nos gozamos;
aunque siempre en el corazón tengamos
el miedo y el dolor de la amenaza.
El virus se ha robado la bonanza
y a todos nos ha hecho que temamos
por esta vida a la que tanto amamos,
miedosos de ese “bicho” que desguaza.
Si es sincera tu apuesta por la vida,
no te basta el conjunto de tus metas,
pues que no las has vivido a la deriva.
No sentirás estar ante una treta,
si el total de tus planes encaminas
a acoger tu plenitud en DIOS-META.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)