Duro es sentir si no el olvido, sí el “distanciamiento” amoroso de quienes queremos. Pero el
tiempo de pandemia, con el encierro y el distanciamiento, podría provocar una difusa
sensación de olvido por parte, incluso, de los más cecanos. El soneto, hoy, me lo inspira Isaías
49,15. El Papa Francisco se lo proponía a los jóvenes como una de las imágenes entrañables
del amor de Dios: “En su Palabra encontramos muchas expresiones de su amor. Es como si
Él hubiera buscado distintas maneras de manifestarlo para ver si con alguna de esas palabras
podía llegar a tu corazón. A veces, se presenta cargado del amor de esas madres que quieren
sinceramente a sus hijos, con un amor entrañable que es incapaz de olvidar o de abandonar:
«¿Acaso olvida una madre a su niño, sin enternecerse con el hijo de sus entrañas? Pues,
aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré». “Al quererse nuestro buen Dios comparar, - con
la madre encuentra semejanza: - a sus hijos jamás los podrá olvidar”.
En tiempo difícil nos vemos perdidos
y en nuestros adentros han aflorado
angustia y miedo que nos han atrapado
dejándonos el corazón malherido.
¡Cómo nos duele sufrir el olvido
que en este desierto nos deja colgados
sin poder siquiera estar arropados
por el abrazo de los seres queridos!
Al quererse nuestro buen Dios comparar,
con la madre encuentra la semejanza:
que a sus hijos jamás los podrá olvidar.
Que en ti vuelva a renacer la esperanza:
nunca olvidado te podrá dejar
el Padre
en quien has puesto tu confianza.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)