domingo, 20 de septiembre de 2020


Estos días pasados en que celebramos la Exaltación de la Santa Cruz y a Nuestra Señora, La Virgen de los Dolores, me están llevando a reflexionar, el Amor tan grande de Dios, que asume nuestra naturaleza humana, y convive con nosotros, sufriendo la incompresión, críticas, calumnias, abandonos, negaciones, tentaciones, conspiraciones, preguntas de los poderosos, de fariseos, ... que tratan de buscar algo con lo que poderle acusar y así terminar con Él. ¿Por qué?, si Él sólo llegó haciendo el bien, descubría lo que hay en lo profundo de nuestros corazones, nos lo mostraba y nos sanaba, se preocupaba por aquello que hacía falta a quienes le seguían, atendía a quien se dirigía a ÉL para pedirle su ayuda, curaba a ciegos, no solo de la ceguera corporal, sino de la ceguera más grave, la del Espíritu, y yo ante esto, hoy como entonces le pidieron, le digo: Señor que vea, porque "mis ojos" se han enturbiado y solo ven la oscuridad de un mundo que no busca la salvación, que se ha alejado de ti, que no te busca....Señor me veo también necesitada de ti, que me libres de mi inmovilidad para hacer el bien, que desates mi lengua para hablar de ti en mi entorno, que cures las heridas que a lo largo de los años se acumulan en mi alma...Necesito tanto de ti....y mirando tu Cruz, me digo: ahí esta la respuesta a todas mis peticiones, un amor tan grande que nos vivifica y renueva y nos da alas para poder seguir intentando seguirle y servirle cada día mejor en los hermanos. ¡Que amor más grande e incomparable el tuyo Señor!.


Luego miro a María la Madre Dolorosa, que sufre porque nuestros pecados han llevado a su Hijo a morir en la cruz, y también sufre por cada uno de nosotros cuando nos alejamos de Ella y   perdemos el Camino que nos lleva a Dios. Sufre por los niños abandonados, y aún más por cada una de los niños que no les han dejado nacer y los han arrebatado del vientre de sus madres, por cada vez que solo miramos nuestra conveniencia y nos olvidamos de los problemas de los demás, por esos ancianos que muchas veces son abandonados y no reciben la visita de los suyos, por su Soledad. ¡Hay tanto dolor en el mundo!. Y María sufre por el dolor de sus hijos, que cada vez más alejados de Ella, no encuentran consuelo, ni razones para seguir luchando por reencontrar el Camino. ¡María, Nuestra Madre Dolorosa ruega por nosotros, condúcenos de nuevo al seguimiento de tu Hijo, que es Camino, es Verdad y es Vida! Amén.

Rosa María C.  M.