A medida que se abren pequeñas rendijas de esperanza en este tiempo “desesperanzado”, surge en mucha gente el egoísta “sálvese quien pueda”. Es una realidad dura. El papa ya la intuía en la homilía del Domingo de la Misericordia: “ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad” (Homilía, 19-4-10). de no dejar este tiempo oportuno, - para seguir de Jesús la enseñanza - y la caminada hacer de consuno*. (Nota: * “de consuno” es una expresión castellana que significa: “de común acuerdo”)
miércoles, 2 de septiembre de 2020
SONETO: DE COMÚN ACUERDO
Muchas y duras heridas tenemos.
Y ¡cómo son fuertes nuestros dolores!
pues nos tragamos grandes sinsabores,
y a curarlas de raíz le tememos.
A todos el virus nos hace de menos.
Su amenaza no conoce colores,
contra él nos hace volcar los rencores,
y, en común, ¡que amainen otros venenos!
Solidarios ante tal amenaza,
frente al peligro sintiéndonos uno,
podríamos tener segura esperanza
de no dejar este tiempo oportuno,
para seguir de Jesús la enseñanza
y la caminada hacer de consuno*.
(* “de consuno” es una expresión castellana que significa: “de
común acuerdo”)
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala).