Los días de confinamiento han proporcionado, de pronto, momentos prolongados de silencio. Al silencio nos habíamos desacostumbrado. Una oportunidad de este tiempo de obligado “recogimiento” externo puede convertirse en verdadero “recogimiento” interior. Ese que necesitamos para escuchar las razones de las que sólo el corazón entiende.
Silencio no es ausencia de palabras,
es el espacio interior bien dispuesto
a escuchar lo que Dios te dice dentro
y a saborear, muy quedo, su habla.
Que no es solo tu bulla la que cuenta
ni importante lo mucho que te agites.
Es la calma interior en la que habites
la que dar sabrá tu mejor respuesta.
Aprovecha este obligado silencio
para abrir tu corazón sin reservas
y probar que escuchar no tiene precio.
Si de Dios la Palabra en ti conservas
y de su voz va creciendo tu aprecio
notarás que del miedo te preservan.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)