La pandemia del coronavirus nos está dejando testimonios de amor entregado, solidario y servicial. Es necesario que todos lo avivemos, porque hay que aligerar la carga de muchos. Al dolor de la soledad, de la enfermedad y la muerte se une el dolor de quienes ya eran empobrecidos antes de la pandemia y de los que han venido a engrosar su número por las consecuencias socio-económicas del coronavirus. Es preciso renovar la confianza en la capacidad renovadora del amor.
"Arraigados y cimentados en el amor" (Ef 3,17)
De palabra tan usada y malgastada
hoy,
“amor” se convierte en otra cosa,
pues no basta decirla con la boca,
si no quieres quedarte con la nada.
Es preciso tener alma prendada
de saber de dolores y pobreza
y de unir corazones con destreza
en momentos de pandemia malhadada.
Comparte cordialmente la desdicha
de aquellos que se ven amenazados
por un hambre que muerde como bicha.
De los pobres no te sientas distanciado
ni confíes en riqueza que encapricha
¡Que tu amor se derrame por tus manos!
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)