Entre resignados y escépticos, solemos decir, sin embargo, que “la esperanza es lo último que se pierde”. Una esperanza realista es la que sabe que “los cielos nuevos y la tierra nueva” no aparecen por aniquilación, sino que dolorosamente se gestan donde todo parece que es fracaso y derrota. Después de haber dicho que la resurrección es una “fuerza imparable”, el Papa Francisco hace una hermosa descripción de la esperanza: “en medio de la oscuridad, siempre comienza a brotar algo nuevo, que, tarde o temprano, produce un fruto. En un campo arrasado, vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible” (EG 276). Es momento de apostarle a la esperanza.
No dejes de enseñarme a que te espere
en horas en que pareces perdido,
porque no estás jugándote el olvido,
sí te importa que yo me desespere.
Tú me ves desolado de repente
y por la dura pandemia aturdido.
No es la trampa que tú me hayas tendido
ni quieres con engaño ahora esconderte.
La esperanza se forja en el fracaso,
el anhelo del grano, en lo podrido
y amanecer engendras del ocaso
Que no piense, Señor, que estás huido.
A mi espera probada en este atraso
ábrela a lo que anhelo ver cumplido.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)