domingo, 29 de noviembre de 2020

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO - Ciclo B

Hoy nuestro Delegado,  P. Antonio Maroño, nos ha facilitado esta reflexión sobre las lecturas del primer domingo, teniendo en cuenta los difíciles momentos que estamos viviendo, e introduciéndonos en el tiempo fuerte que comenzamos, el Adviento, junto a una síntesis de las lecturas, la idea principal de las mismas y su correspondiente mensaje.

Lecturas: Isaías 63,16b-17; 64,1.3b-8; Primera Corintios 1,3-9; Marcos 13,33-37

Ambientación

Estamos viviendo un largo tiempo de perplejidad y de angustia, acosados por la pandemia del coronavirus que no nos da tregua desde hace ya varios meses. Por una parte, nos preocupan los grandes daños que ya ha causado y sigue causando la mencionada pandemia: pérdida de seres muy queridos -algunos de ellos familiares, amigos y conocidos-, cierre de empresas, aumento preocupante del paro, aumento del índice de pobreza y de colas en continuo aumento a las puertas de las iglesias y de bancos de alimentos… Por otra parte, vivimos expectantes a la espera de la tan deseada vacuna, aunque hay muchos que no quieren saber nada de ella y otros que temen más sus efectos secundarios que el bien que pueda hacernos. Y además de todo esto, que ya es mucho, ahí están otros problemas personales, familiares y sociales a los que todos podemos poner nombre y apellidos.

Tiempo de Adviento

En este contexto, comenzamos este año el tiempo de Adviento, uno de los tiempos fuertes que nos presenta la liturgia, dispuestos a recorrerlo con fe y esperanza. La liturgia nos irá llevando, paso a paso, desde hoy (primer domingo de Adviento de 2020), hasta la fiesta del Bautismo del Señor (el 10 de enero de 2021). Serán seis semanas de “tiempo fuerte” en las que iremos recorriendo las etapas de la espera del Señor, de su Nacimiento entre nosotros, de su Epifanía o manifestación a todos los pueblos y de su confirmación como el Mesías largamente esperado (fiesta de su Bautismo).

Síntesis de las lecturas

En este primer domingo de Adviento, el profeta Isaías nos presenta a la comunidad israelita, en tiempos posteriores al destierro, sumida en la pobreza y el desaliento, palpando la conciencia de su culpa y necesitada de fortalecer la fe y de reafirmar su confianza en Dios. El profeta les dice que en todo momento podemos confiar en el amor y fidelidad de Dios. San Pablo, en la segunda lectura, amonesta a los fieles de Corinto a tomar conciencia de los grandes dones que el Señor les ha concedido, y a mantenerse firmes y fieles en la confesión de la fe hasta el final, a pesar de las circunstancias adversas que puedan encontrar en la vida. Y san Marcos, el evangelista que nos acompañará a lo largo de todo este ciclo litúrgico, nos presenta al Señor bajo la figura de un amo que, antes de irse de viaje, reparte sus bienes entre sus criados con la consigna de que los administren y se mantengan fieles y en vela hasta que vuelve.

Idea principal

Espera activa y vigilante del Señor.

Mensaje

Adviento es tiempo de espera y de preparación para el encuentro con el Señor. Él se ha ido de viaje y nos ha entregado una enorme riqueza que son sus dones materiales y espirituales para que los administremos responsablemente y nos mantengamos en vela a la espera de su venida (evangelio). Pero nosotros podemos estar aturdidos y preocupados por nuestros problemas del momento (sanitarios, económicos, sociales acentuados por el coronavirus) y vivir alejados de Dios (primera lectura). De ahí la llamada de Pablo (en la segunda lectura) y de Marcos (en el evangelio), a estar en situación de alerta, de vigilancia, aguardando la venida del Señor: en cada instante de nuestra vida, al final de la historia de cada uno y al final de la historia de este mundo. Pero no se trata de una espera pasiva. De un estar ahí parados, mirando al cielo, mientras el tiempo va pasando. Sino de esa espera activa que nace de una vida de fe ardiente, de una caridad que se transforma en obras de servicio y acogida al hermano, y de una esperanza firme que sabe ver a Dios en los avatares de cada día, aunque, a veces, sean tristes y muy penosos.

P. Antonio Maroño. SSP