Nunca como en el año 2020, nuestra generación ha tenido una experiencia tan amarga de dolor e impotencia. La dura experiencia no ha terminado y entramos en el 2021 con la misma zozobra interior. En el conjunto de las duras experiencias humanas, sin duda, ha sido la de este año la que globalmente más nos ha desubicado. Una desubicación que bien pudiera ser la ocasión de una re-ubicación en la que centremos más y mejor lo que somos, lo que hacemos, lo que esperamos. Momentos duros como los vividos mundialmente en el año que despedimos, pueden ser “aviso” para navegar de otro modo el 2021 que estrenamos.
¡Ojalá que así sea y que nos des-centremos de nosotros mismos para re-centrarnos “en Quien vivimos, nos movemos y existimos” y en aquellos para quienes debemos vivir, movernos y existir, echando nuestra suerte con los pobres de la tierra. Los buenos deseos para el Año Nievo incluyen, por mi parte, que seamos capaces de ir a lo esencial y centrar el SENTIDO global de nuestra vida.
en una desgracia total se trocó
y, aliándose con la muerte, logró
de la vida destapar las falacias.
Sin miramientos y sin diplomacias
nuestra innata fragilidad destapó
y, en su horrendo paso de muerte, arrastró
prepotencias y actitudes reacias.
Sabor de fragilidad e impotencia
gustamos amargo y, en hondón muy dolido,
sin tapujos suplicamos clemencia.
El que llega, año será bienvenido,
si le entramos sin aquella demencia
que a perder lleva de la vida “el sentido”.
Parroquia San Juan de la Cruz