Mañana celebramos el Miércoles de Ceniza, día muy
importante para los cristianos ya que es el inicio de la Cuaresma , que precede a
la alegría victoriosa de la
Pascua.
Este año estamos viviendo unas circunstancias
especiales, ya que todo el mundo está envuelto en la Pandemia que nos ha
tocado vivir, pero por ello, ha de ser un tiempo especial, en el que vivamos el
recuerdo de la Pasión
y Muerte de Jesús más interiormente y nos empapemos de todo su inmenso
significado. El año pasado no pudimos acompañar a Jesús en los Sagrarios, este
por el contrario, si lo podremos acompañar y mostrarle nuestro amor, pero
aunque así no fuera, en nuestras casas podemos revivir estas fechas con
recogimiento y oración.
En este tiempo, hemos de llevar a la práctica lo que
se nos dice en la imposición de la ceniza “conviértete y cree en el Evangelio”,
pero el llevar esto a la práctica significa que este es un tiempo de
penitencia, oración y sacrificio, que es lo menos que podemos hacer para
compensar el inmenso amor que tuvo Jesús para con nosotros, ya que se entregó
hasta el último extremo para salvarnos.
Y llegados a este punto, yo me pregunto ¿soy
merecedora del sacrificio de amor que Jesús hizo por mi? Y de otra parte ¿Cómo
correspondo a este inmenso amor? Sin
lugar a dudas, no soy merecedora de ello y no correspondo ni una millonésima
parte a su entrega generosa, pues muchas veces la comodidad, la apatía, el
confort, hacen que no sea capaz de responder a lo que Jesús quiere de mí.
Que estos días de preparación, me lleven a replantearme
¿que hago yo por Jesús? Él se entregó por todos nosotros sin excepción. Cuanto
me cuesta acoger y tan siquiera pedir por todos, los de cerca y los de lejos.
Que estos cuarenta días de preparación,
me haga renovar el espíritu y el corazón, para celebrar las Fiestas
Pascuales como una persona “nueva”, “renacida” y que pueda dar a mis hermanos,
aunque sea una mínima parte del inmenso amor de Jesús.