Si se quiere que la lectura
de la Biblia produzca frutos
en las almas, hay que
guiarlas a leer el Libro santo
con el deseo vivo de
encontrar en él a Jesucristo,
el don de Dios: a leerla con
humildad, fe, oración y
deseo de cambiar de vida.
Beato Santiago Alberione