Hoy agradecemos a nuestro Delegado, P. Antonio Maroño, que comparta con nosotros esta antigua Homilía.
"¡DESPIERTA TÚ QUE DUERMES!"
Esta Antigua «Homilía sobre el Sábado Santo» se
nos propone en el oficio de lecturas del Sábado Santo, el día en que la Iglesia
está en silencio, todavía en contemplación de la muerte de Jesús y en la espera
de su resurrección.
“¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; gran
silencio y soledad. Gran silencio porque el Rey duerme. La tierra temió
sobrecogida porque Dios se durmió en la carne y ha despertado a los que dormían
desde antiguo. Dios en la carne ha muerto y ha descendido a sacudir el reino
del abismo. Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida.
Quiere descender a visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Dios y su Hijo van a liberar de sus dolores a Adán y a Eva, que se encuentran
en prisión. El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz,
entró donde ellos. Al verlo nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran
acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi Señor esté con todos.
Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: Y con tu espíritu. Y tomándolo por la mano lo sacude diciendo: "Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz". Yo soy tu Dios que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho cu hijo; y ahora te digo: tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: Salid; y a los que se encuentran en las tinieblas: iluminaos; y a los que habían muerto: levantaos.
A ti te mando:¡despierta tú que duermes!, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. ¡Levántate, obra de mis manos! Levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. ¡Levántate, salgamos de aquí! Tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible naturaleza. Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, el Señor, he revestido tu naturaleza de siervo; por ti yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo; por ti, hombre, he compartido la debilidad humana, pero luego he llegado a ser libre entre los muertos.
Por ti que fuiste expulsado del jardín he sido entregado a los judíos en el jardín y en el jardín he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas que he soportado para reformar de acuerdo con mi imagen tu "belleza perdida"
(De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado)