La entrega hay que vivirla con un ritmo
siempre progresivo: en la mente...
en la voluntad... en el corazón...
de modo que Jesús pase a ser de
veras el centro de toda la vida
y podamos repetir con san Pablo:
"Vivo, pero no soy yo el que vive.
es Cristo quien vive en mí".
Beato Santiago Alberione