jueves, 17 de junio de 2021

Celebración en Ciudad Real

 El 15 de junio, hizo dos meses que partió nuestra hermana María Dolores Córdoba a la Casa del Padre. Al estar en tiempo de pandemia y con restricciones hubo compañeros, amigos y vecinos de Ciudad Real que querían poder asistir a una celebración Eucarística por ella, por lo cual pedimos poder celebrarla en nuestra parroquia en Ciudad Real, en San Pablo, y en ella concelebró el Delegado Diocesano para la vida consagrada D. Vicente Díaz- Pintado,y pronunció una homilía tan bonita que me atreví a pedírsela para compartirla con vosotros que visitáis nuestro blog, y tuvo la amabilidad de enviármela, para poderla subir con más facilidad.

FUNERAL POR DOLORES CÓRDOBA

Estamos reunidos esta tarde para celebrar el sacramento de nuestra fe, la santa misa. Una celebración en la que vamos a pedir especialmente, como lo hacemos de manera habitual con fe y esperanza, por el eterno descanso de nuestros difuntos. En este caso, de manera especial, queremos traer a la memoria del corazón y a la presencia de Dios a nuestra hermana María Dolores Córdoba, más conocida cariñosamente por muchos como Loli.

Sus hermanas Teresa y Rosa, me pidieron que si me era posible les acompañase, por el afecto que les tengo y también como delegado diocesano para la vida consagrada. Ya sabéis que ellas pertenecen al Instituto secular Virgen de la Anunciación, agregado a la sociedad de San Pablo. Comparten vida, espiritualidad y misión de la Familia Paulina fundada por el beato Santiago Alberione. Las personas que se consagran en este modo de vida, intentan impregnar de Evangelio todos los ámbitos de su vida: el ámbito familiar, laboral, social, político, de la salud.

-La vida interior de unión con Dios. -La oración como alimento de la vida interior. El sufrimiento ofrecido por la propia salvación y la del mundo. El testimonio gozoso de Cristo resucitado. La Palabra de Dios vivida y comunicada y La acción apostólica según las posibilidades de cada cual.

Ésta también fue una verdad, yo diría fundamental, de la vida de Loli. Aquello que daba sentido a su ser y que hacer; al sentido de su vida y su misión en cada momento, trato, contacto personal o proyecto compartido que vivió.

Al aproximarse a su vida, gastada  por el servicio apostólico principalmente en la comunidad cristiana de Daimiel, tengo sensación de que piso terreno sagrado. Repasando algunos rasgos biográficos de su vida encuentro como característica dominante en ellos su bondad. Loli supo ser una mujer buena, una buena cristiana que vivió su vocación bautismal en la consagración de su vida a Dios y a la Iglesia. Y subrayo la bondad de Loli, no tanto una bondad innata cuanto comunicada por Dios por dedicar su vida al servicio divino y al de sus hermanos desde su vocación consagrada.

Muchos años descubriendo el rostro de Dios en los pobres desde sus más de veinte años al servicio de Cáritas, donde ella misma decía que no era tanto lo que pudo ofrecer sino la riqueza que le aportó acompañar a tantas personas que, carentes de mucho, luchaban cada día por la vida.

Amante de sus tradiciones heredadas sin duda por el cariño familiar, prestó su servicio y el testimonio de su fe en la Hermandad de Jesús Nazareno de su pueblo, los moraos, y también en la hermandad de su querida patrona la Virgen de las Cruces. Que buen servicio de vida hecha al Señor y a su Madre, la Santísima Virgen. Esa experiencia materna que la muerte le arrebató en su más tierna infancia pero que sin embargo, supo experimentar su filiación y la ternura materna en el corazón de la Virgen María

Amante de la cultura trabajó en la Casa cultural de Daimiel desde donde ella pudo experimentar que el edifico de la persona se construye gracias a  la educación y el aderezo cultural de la persona que, habitada por el Espíritu Santo y enriquecida por el don de la fe, se abre al don de la belleza. Dios es belleza y todo reflejo de belleza humana es semilla de la belleza increada de Dios. Esa belleza que cultivamos los hombres y nos acercan a Dios.

La música fue una de sus pasiones. Dios es música. Es armonía de dones y frutos que el Espíritu hace templar en nuestros corazones como la mejor y más bella sinfonía que Dios ha compuesto en la creación. Dios es el compositor que ha ido escribiendo en la partitura de nuestra vida una bella sinfonía de amor. con momentos pausados, otros allegretos, otros más pianos y suaves... Momentos llenos de armonía y otros, quizá, donde el silencio del dolor y la espera son también presencia  del Dios callado y crucificado, presente en nuestra vida. Así también lo experimentó nuestra hermana Loli en los últimos momentos de su vida hasta que la entregó a Dios su creador. 

Todos sabíamos del delicado estado de salud que padecía Loli y que se fue agravando por momentos hasta que, hoy hace justo dos meses, nuestra hermana se unía definitivamente al Señor viviendo su propia Pascua; su paso de este mundo al Padre. Los que hemos tenido ocasión de acompañarla en la oración, hemos percibido, por el testimonio de sus hermanas, el sosiego y la paz del alma de una mujer de Dios que en el silencio interior ha ido preparándose con sentido cristiano para su muerte, para el encuentro definitivo con el Señor. Un momento final de su vida en que poco a poco Loli se fue uniendo a la cruz de nuestro Señor hasta poder decir como San Pablo: “Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí, y estoy crucificada con él”.

Creo, y no temo a equivocarme, que la vida de Loli fue una vida fundamentalmente de amor. De amor a Dios, de amor a su familia, a sus hermanas, de amor a la vida consagrada vivida en fraternidad, de amor a sus amigos, a su parroquia, de amor a tantas personas que han sido parte del camino de su vida. De amor hecha obras y ungida con la oración que ha sido, en último término, el sentido de su vida y vocación aquí en la tierra. Y del amor que deseamos goce ya eternamente en el cielo.

Creo que hay un modo de vivir y de morir que no se perderá jamás en el vacío. Hay algo que es más fuerte que la misma muerte y es el amor. Un amor que brota del corazón de Dios Trinitario, llama de amor viva, y que de manera misteriosa vivimos y palpamos los que, desde la fe, esperamos en el Señor.

Quiero que esta eucaristía, que solemos llamar de funeral, sea más bien una Eucaristía de Acción de gracias; de acción de gracias a Dios por la vida de Loli, por su carisma, por su entrega, por las semillas de bondad, de verdad y de belleza que sembró a su alrededor. Pedimos a Dios que, ungida por su misericordia y curadas las heridas del pecado, fruto de la condición humana, que yo desconozco, la acoja en el seno de su gloria.

Querida Loli, tú fuiste marcada por sello del amor de Dios desde el día de tu bautismo; y tú ya has sido ungida por el Espíritu del Señor resucitado. Te pedimos que seas tú la que pidas e intercedas a Dios, nuestro Señor, desde el cielo.

Quiero para terminar que sea la propia Loli la que nos hable. En un testimonio de vida que dio para su instituto secular, ella misma decía, y quiero que este sea su mensaje de despedida e impulso para nosotros: “Doy gracias a Jesús Maestro y a María Reina de los Apóstoles, por haberme permitido poder tener esta vocación y les pido junto con el Beato Alberione, que me mantengan siempre fiel y con ánimo, para trabajar por el Reino de Dios dentro de mis posibilidades”

Pues dentro de sus posibilidades así lo hizo. Dios, que es buen pagador, se lo recompensará

Que la Santísima Virgen María, a quién ella rezó tantas veces con el nombre de Virgen de las Cruces, que en su anunciación se abrió enteramente a Dios e hizo de su vida un cumplimiento de su voluntad, nos ayude a todos a vivir cada día de nuestra vida como un sí fiado y confiado a Dios nuestro Señor. Que así sea.