La conversión perfecta es dirigir solo
hacia Dios toda nuestra actividad de
la mente, de la acción, de la vida.
¡Cuánta necesidad hay de
convertirse: de orgullosos hacerse
humildes; del apego a ciertas cosas,
ideas o posiciones pasar al
desprendimiento para ser
indiferente a todo y a todos...!
Beato Santiago Alberione