La amabilidad no puede ser un
ridículo barniz; debe proceder del
"pensar bien y querer" a los
hermanos. De la benevolencia a la 
cortesía hay sólo un paso. Del
corazón proceden las buenas 
palabras, los buenos deseos, la 
cortesía, el cuidado, la delicadeza.
Beato Santiago Alberione  

