1. En el primer
punto, se considera a san José como “fiel colaborador en nuestra redención”.
San José es el hombre de la escucha y de la respuesta rápida y concreta, que
permite que el plan de Dios se realice, tal como él lo tiene proyectado. Por su
docilidad a la voluntad del Padre, Dios lo elige como colaborador suyo a la
hora de “disponer
todo lo necesario para el nacimiento, la infancia de Jesús, y la preparación de
la víctima, del sacerdote y del Maestro divino en beneficio de los hombres”.
Y a san José le pedimos que interceda por nosotros para
que consigamos “un celo auténtico en la búsqueda y formación de las vocaciones”
y “una generosa y constante correspondencia al precioso don de la llamada
divina”; que seamos capaces de acoger la presencia de Dios en nuestra
vida, venciendo el miedo a lo desconocido y siendo dóciles, con generosidad y
constancia, a la voluntad de Dios, hasta llegar a la santidad como proyecto de
vida.
2.
En el segundo punto, se invoca a san José como
“modelo de toda virtud”. San José es el “hombre
justo” –santo–: ejemplo de creyente, de hombre virtuoso, fiel, “honesto” en el
sentido más pleno de la palabra: en relación con Dios y con los hombres, en el
ámbito individual y social. Todo ello vivido en clima de silencio activo,
alcanzando un grado único de santidad.
Por eso le pedimos que nos ayude a
conseguir ese mismo espíritu, que lleguemos a tener su misma vida interior, que
crezcamos en la fe, la esperanza y la caridad, en una mayor infusión de las
virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; y abundancia
de los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo,
piedad, fortaleza y temor de Dios.
3. El tercer
punto se fija en san José como “modelo de los trabajadores”. Entre los valores
que el P. Alberione heredó del pontificado del papa León XIII, está la teología
del trabajo y la devoción a san José, a quien más tarde Pío XII propondría como
patrono de los obreros. San José fue “el artesano de Nazaret y maestro de
trabajo del Hijo de Dios”: solidario con los pobres, con los marginados, con
los emigrantes y con todos los que sufren, porque él mismo experimentó toda
clase de necesidades, y fue capaz de superarlas con su esfuerzo personal y con
su fe en la Providencia.
Por eso, nosotros le pedimos la gracia de
valorar el trabajo. Y a él, que es imagen terrena de la paternidad de Dios,
podemos encomendarle las grandes causas sociales, una legislación inspirada en
el Evangelio y en el amor cristiano, y todas las cuestiones laborales y
sindicales, un nuevo orden económico y social, “según la justicia y la paz”.
4.
En el cuarto punto se bendice al Señor por la
sublime personalidad de san José, “padre adoptivo de Jesús”. Se presenta como
ejemplo de comunica-ción profunda, serena y eficaz con Dios y con su Hijo, en
todas las circunstancias de su vida, en un clima familiar lleno de amor de
esposo y padre, de confianza, de santa complicidad y emulación con María y con
Jesús, en increíble intimidad con él. Escuchaba a Dios y le respondía
inmediata-mente, con pasión creativa, no con palabras –el
evangelio no nos transmite ni siquiera una palabra de san José–,
sino con acciones oportunas.
Se pide a san
José la gracia de no perder a Jesús a causa del pecado; de celebrar dignamente
los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación; de conseguir un amor
entrañable y fuerte a Jesús, y una profunda intimidad con él en la tierra, para
poseerlo para siempre en el cielo. Se concluye encomendándole la gracia que en
ese momento se lleva en el corazón.