A la protección especial de san José, y al ejemplo de este
fidelísimo colaborador de Dios en la obra de la redención encomendó el Fundador
de manera especial a sus religiosos laicos de la Sociedad de San Pablo, a los
que denominó “Discípulos del Divino Maestro”. San José es para los Discípulos
el modelo de la colaboración en el único apostolado paulino, que comparten con
los sacerdotes. La misión es única; las tareas son diversas y distintas, pero
única es la obra, único el anuncio.
Los Discípulos del Divino Maestro deben imitar a san José
ante todo en el espíritu de cooperación en la obra de la redención: “El Discípulo
está pensado como san José: es decir, junto al sacerdote: en formación, en la
cooperación, en el apostolado. La cooperación junto al sacerdote mediante la
oración es la más importante, ante todo para su santificación, de la que todo
ministro tiene gran necesidad” (Carissimi in San Paolo, p. 370). Deben imitarlo, además, en las virtudes,
especialmente la docilidad, el silencio y la humildad. Todo esto no es
obstáculo para su competencia profesional, sus capacidades y dotes especiales:
se trata de un estilo de vida, de una manera de ser, un camino de santidad,
como el de san José (cfr. Id, p. 347).
Otro aspecto muy importante de la imitación es la
“reparación”, que san José aprendió de Jesús: “Jesús es el Reparador… Y ahí
está el Discípulo que, por su misión reparadora se integra en la misión misma
de Cristo Reparador, Redentor… El Discípulo repara de tres formas: con su vida,
con su vida de oración, y con su apostolado” (Id, p. 370).
Si los Discípulos del Divino Maestro consideran a san José
su modelo, los miembros del Instituto “Santa Familia” lo honran como ejemplo de
hombre justo, de esposo fiel y padre de familia ejemplar, además de protector
providente de todas las familias. “Santa Familia” es un instituto de vida
secular consagrada, destinado a cónyuges cristianos, que hacen la profesión de
los votos tradicionales, de acuerdo con su condición de casados. Nacido del
corazón del beato Santiago Alberione, comenzó su andadura sólo después de la
muerte del Fundador. Cultivan una entrañable devoción a san José.