La vida de oración es el respiro continuo, como debemos continuamente respirar el aire... Así introduciremos siempre en nosotros el Espíritu de Dios y expulsaremos cada vez más el espíritu humano, el espíritu que se deja llevar sólo por la sensualidad o por el razonamiento humano. Entonces el alma razona y piensa según la fe (FSP 58, p. 421)
beato Santiago Alberione