5. En el quinto punto, se considera a san José, “esposo purísimo de María”. José fue verdadero esposo de María. Unido a ella por un amor conyugal auténtico, profundo y exclusivo, realizó el ideal de todo matrimonio: la “unanimidad” (un solo corazón y una sola alma) y la oblatividad de un amor en su nivel más alto, que va más allá del sexo, para consagrarse al servicio de un hijo “nacido no de sangre ni de deseo de carne, sino de Dios” (cfr. Jn 1,13).
Se pide la gracia de la devoción a María: conocerla,
imitarla, dirigirse cada vez más a ella en la oración, y atraer a muchos a su
maternal corazón.
6.
En el sexto punto, se invoca a san José como
“protector de los agonizantes”. Beneficiario de la asistencia de Jesús y María,
san José es el patrón de la “buena muerte”, en el sentido más consolador de
“tránsito”, de “paso a la verdadera vida”. En él podemos recuperar la visión
cristiana de la enfermedad y de la vejez, la inspiración de actitudes más
humanas y cristianas por parte del personal médico y, sobre todo, una visión
serena de la muerte.
Se
pide a san José la gracia de imitarlo durante la
vida, apartando el corazón de todo lo mundano, para estar así mejor preparados
para el momento de la muerte. Y que, junto con María, nos inspiren en aquel
momento sentimientos de fe, esperanza, caridad y arrepentimiento por los
pecados, para obtener la gracia de una muerte santa.
7.
Finalmente, en el séptimo punto se considera a
san José “protector de la Iglesia universal”. Perfecto cabeza de familia, sigue
siendo el ideal de toda autoridad, ejercida como servicio: en la Iglesia, en la
sociedad civil y en el núcleo familiar. Él sigue salvaguardando los bienes
supremos de la humanidad: la vida y la paz fraterna, siempre amenazados por los
pequeños Herodes de todos los tiempos.
Se pide la protección de san José
sobre toda la Iglesia: el papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos,
todos los cristianos: todos estamos llamados a la santidad. La oración concluye
pidiendo que se cumpla el deseo de Jesús de que haya “un solo rebaño y un solo
Pastor” y que san José nos obtenga el don de la fortaleza para poder llegar a
gozar de la Iglesia triunfante.
Ésta es la elevada visión de san José que el beato Santiago
Alberione proponía a sus hijos e hijas, para instarlos a tomar al santo de
Nazaret como modelo de vida y de acción.. “Un verdadero paulino –concluía el Fundador,
hablando de san José – procede con este amor, siguiendo también el ejemplo del
apóstol Pablo”. No podía ser de otra forma.