Maestro divino, enséñame y atráeme al camino de tus predilecciones. Haz que yo aprenda tu humildad; que ame y busque la pobreza; que me mortifique interior y exteriormente; que aprecie en todo tu voluntad. ¡Ten piedad de mí! Tú puedes infundirme tus gustos y tus preferencias (BM, 349).
Beato Santiago Alberione