San Pablo, rebosando de gozo al pensar en el cielo, decía: estamos alegres por nuestra esperanza; y en otro paso: nos da brío y ánimo pensar en la esperanza que tenemos delante; ésta es como un ancla de la existencia, sólida y firme, que entra además hasta el otro lado de la cortina, hasta el lugar donde como precursor entró por nosotros Jesús. Somos hijos de Dios, y si somos hijos, somos también herederos (APim, 52-53).
Beato Santiago Alberione