San Pablo tenía genuino celo, fundado en el amor a nuestro Señor Jesucristo... Su corazón ardía con el más vivo y puro afecto al Señor, por quien supo sufrirlo todo, soportarlo todo; no deseaba sino dar a conocer a Jesucristo y ganar almas para él (APim, 86-87).
Beato Santiago Alberione