La donación propia debe vivirse con un ritmo siempre progresivo: en la mente pensando frecuentemente en Dios..., en la voluntad sometiéndose del todo al designio divino..., en el corazón subordinando todos los afectos al amor divino, de modo que Jesús sea de veras el centro de toda la vida (APD47, 56).
Beato Santiago Alberione