Hay que hacer bien la confesión para purificar nuestra alma y plasmarla más digna de recibir a Jesús. Para preparar el puesto a Jesús en nuestro corazón, no cometer nunca pecados. Disponerle una cuna de amor, bien bonita y caliente de afecto, de modo que Jesús esté a gusto en ella (APD47, 367).
beato Santiago Alberione