La persona religiosa santa se preocupa grandemente por llenarse de Dios. Está siempre unida a Jesús: nada la turba, nada la agita, nada la detiene en su ascenso hacia Dios. Debe estar unida siempre a Dios, no solo en la oración, sino también en todas sus obras, sin excluir las mínimas, como hizo la santísima Virgen (PrP I, 104).
Beato Santiago Alberione