El alma tentada es más humilde, se sabe débil y por ello recurre a Dios constantemente, aun en fases de serenidad y de paz. El alma tentada desconfía de sí; se fía de Dios, y de quien la guía; es cauta contra los peligros, porque sabe que de no estar atenta, cae... ¡Combatamos, combatamos, y venzamos! (PrP I, 65).
Beato Santiago Alberione