Vuestras manos llevan el Evangelio y deben llevarlo a todas partes. Hay que tener en la mente y en el corazón a todas las naciones del mundo y a cada una de las almas, y rezar por ellas, como hacía san Pablo que oraba mucho antes de dirigirse a los romanos y a los demás pueblos (RSp, 13).
Beato Santiago Alberione