¿Hay en nosotros deseo de la palabra de Dios? ¿La escuchamos con fervor? ¿Hay en nosotros un corazón humilde y sediento de la verdad? Después de la meditación ¿recordamos los propósitos formulados? La abundancia de la palabra de Dios no nos lleve a la indiferencia y al descuido (RSp, 35).
beato Santiago Alberione