Los corazones de María y de Jesús estuvieron siempre unidos en la misma misión de salvación para la humanidad. En el Calvario había dos altares: uno, la Cruz para Jesús y el otro, el corazón de María, cuya alma estaba traspasada por una espada de dolor, mientras los clavos traspasaban las manos y los pies de su hijo Jesús (Pr 5,51).
Beato Santiago Alberione