María era la Madre de todos, era la consejera de los Apóstoles, era su consoladora; les animaba continuamente, y su proprio ejemplo de santidad, en aquellos años que permaneció en la tierra, era un verdadero apostolado. Un apostolado grande: los Apóstoles y los fieles aprendían de ella cómo se practica el Evangelio y cómo hay que vivirlo (Pr 1, 128).
Beato Santiago Alberione