LANZADOS A LA META
“Jesús no abandona a los discípulos. Sube al cielo, pero no nos deja solos. Por el contrario, precisamente al ascender al Padre asegura la efusión del Espíritu Santo, de su Espíritu. En otra ocasión había dicho: "Les conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes" (Jn 16,7), es decir, el Espíritu. El amor de Jesús por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que no quiere restringir nuestra libertad. Al contrario, nos hace un espacio, porque el verdadero amor siempre genera una cercanía que no aplasta, no es posesivo, es cercano, pero no posesivo; es más, el verdadero amor nos hace protagonistas. Por eso, Cristo asegura: "Voy al Padre, y serán revestidos de un poder de lo alto: les enviaré mi propio Espíritu, y con su poder continuarán mi obra en el mundo" (cf. Lc 24,49). Por eso, al subir al cielo, Jesús, en lugar de permanecer cerca de unos pocos con su cuerpo, se hace cercano a todos con su Espíritu. El Espíritu Santo hace presente a Jesús en nosotros, más allá de las barreras del tiempo y del espacio, para que seamos sus testigos en el mundo” (Papa Francisco, Regina Coeli, 29 mayo 2022)